Mario Vargas Llosa enfoca su lente crítico sobre
la cultura contemporánea en "La civilización del espectáculo", ensayo
que expone la creciente banalización de las artes, el sensacionalismo de la
prensa, la frivolidad de la política y la ausencia del intelectual en la vida
pública.
Según el Nobel peruano, lo que en su juventud se
conocía como cultura, hoy se define como algo mucho más abarcador, lo cual ha
contribuido a su empobrecimiento y frivolización. Mediante un recuento de los estudios más
contundentes sobre la cultura desde mediados de siglo XX, Vargas Llosa expone
la transformación de la cultura de élite en cultura popular, a lo cual atribuye
su estado actual de crisis.
Vargas Llosa cita, entre otros, la obra de Guy
Debord y Frédéric Martel para examinar la cultura de gran público que se ha
impuesto recientemente sobre la cultura tradicional a un costo potencial
extremo para las generaciones venideras. Los defensores del ambiente cultural actual
citarán la democratización de los productos culturales y de acceso a la
información que las nuevas tecnologías han facilitado. Para ellos, la destrucción de las élites
culturales y la incorporación de productos de consumo al ámbito cultural van en
sintonía con la realidad tecnológica actual.
Vargas Llosa, sin embargo, recalca que lo que hoy
se denomina como cultura es lo que antes se consideraba entretenimiento
popular, transformación que ha aniquilado la labor del intelectual y su
influencia sobre la vida pública.
Una gran diferencia entre la cultura actual y la
tradicional, según el autor, es la falta de trascendencia de la primera. Cuando la cultura tiene como meta el
entretenimiento y llegar a un público cada vez más amplio, explica, pierde su
capacidad de trascender la actualidad, cualidad que define a las obras clásicas
de la cultura tradicional.
Aunque la democratización de la cultura es un
ideal noble, Vargas Llosa arguye que, como consecuencia, la cultura se ha
diluido permitiendo que el mercado imponga sus exigencias sobre el producto
cultural, desvalorizándolo en cuanto a su función social.
"Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo
que fracasa y no conquista al público es malo", escribe. "La desaparición de la vieja cultura implicó
la desaparición del viejo concepto del valor. El único valor existente es ahora el que
fija el mercado".
El ensayo de Vargas Llosa ha desatado ya bastante
controversia entre críticos que tildan al autor de elitista, lo cual pareciera
una tarea fácil con la defensa de la cultura de élite que avanza en el texto. Sin embargo, la élite cultural por la cual Vargas
Llosa aboga se refiere a una sección de la sociedad dedicada al estudio y a la
investigación crítica de una materia específica y no a una clase privilegiada
social, económica o política.
El texto defiende el rol del intelectual en la
vida pública, un papel que Vargas Llosa ha desempeñado con hartos honores y
también polémicas. Aunque el rol de esa élite cultural resulte en la
práctica mucho más modesto que el influir en el curso político de la sociedad
en que vive, esto no disminuye su importancia en el diagnóstico de la época.
Vargas Llosa concluye con un elocuente llamado a
la lectura en libros impresos, citando el posible contagio de
"inmaterialidad" que podría conllevar un paso definitivo hacia el
libro digital. Lamenta así la posible pérdida de la
introspección y el análisis que vienen con la lectura detenida, al igual que el
placer táctil que sedujo al autor en su juventud y cuya pasión ha perdurado a
lo largo de su prolífica carrera.
(LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO. Mario Vargas
Llosa. Alfaguara. 226 páginas).
Cuando el no/vel(r) peruano no era conocido, Puerto Rico lo acogio y yo fui su alumna en una epoca que pagandole $250 por un seminario asistia. El hizo su fama con la ayuda de Puerto Rico. En los 80s, fui a una ponencia que el diera en NYC con una de mis alumnas graduadas. La alumna me pidio que se lo presentara. Actuo muy friamente hacia mi y con una arrogancia magna. Es lo mismo con otros y otras. El esnobismo de esta gente que sube como la espuma es monumental. Los unicos de esos "gigantes" a quienes respeto y respetaba son Puig y Arenas, entre los hombres. Los dos acabaron muriendo casi en la absoluta pobreza.
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