La versión revisada de "Una vez Argentina", la más
autobiográfica de las novelas del argentino Andrés Neuman, destaca la ficción
de las historias familiares.
Publicada por Alfaguara en versiones impresa y digital, la
edición actual cambia escenas y detalles que el autor descubre que le fueron
contados erróneamente. La novela se compone de relatos, recuerdos e imaginaciones
que narran una serie de exilios familiares desde Europa a Argentina, donde nace
el autor, y eventualmente a España, donde radica desde la adolescencia. En estas memorias noveladas, Neuman teje sus historias
familiares a la de su país natal desde la perspectiva simultáneamente interna y
externa que impone el exilio.
Ganador del Premio Alfaguara de Novela por "El viajero
del siglo" en 2009, Neuman inserta sutilmente conceptos como las
vacilaciones de la memoria y la construcción de identidad en la historiografía
mediante estampas familiares llenas de humor e ironía.
La escritura se desplaza fácilmente entre las cadencias del
porteño y otro castellano impreciso y nostálgico, como si se escribiera desde
lejos, quizás no tan lejano al "perfecto castellano extranjero" de la
tatarabuela Louise Blanche. Con esta metáfora se inicia el relato familiar de Neuman,
como si al proponerse la escritura de los recuerdos familiares se lanzara al
garete en el mar de la memoria.
Desde el primer momento Neuman le advierte al lector que va
a "viajar de espaldas"; es decir, el relato no se va a narrar
cronológicamente. Comienza el día de su nacimiento, un mediodía de enero de
1977, con un tal doctor Riquelme desconcertado porque el recién nacido no
llora. Las lágrimas solo aparecen cuando el médico recurre a gritos
e insultos, haciendo que la partera pronostique que el niño será "hijo del
rigor".
De ahí nos desplazamos a la Rusia zarista donde su bisabuelo
Jacobo, o quizás su padre o abuelo, llegó ingeniosamente a cambiarse el
apellido a Neuman, quizás robando el pasaporte de algún soldado alemán. Abundan los signos de interrogación y el quizás, ya que no
hay mucho que se sepa con certeza, salvo que ese bisabuelo llamado Jacobo
emigró a Buenos Aires, donde más de medio siglo después, nacería el autor.
"Mi bisabuelo salvó su vida cambiando de identidad y
renaciendo extranjero", escribe. "En otras palabras, haciéndose
ficción", agrega.
Allí conoce a la bisabuela Lidia, que además de lituana
resulta ser prima del bisabuelo ucraniano.
La historia de ambos en Argentina se inicia con esfuerzos y
privaciones que felizmente desembocan en una vida acomodada y en un patriotismo
fervoroso de acento extranjero. Sus otros antepasados judíos llegan a Argentina a través del
proyecto de las colonias agrícolas del Barón Maurice de Hirsch. El patriotismo de esa primera generación argentina y la
desilusión consiguiente recuerdan, no sin ironía, los relatos de "Los
gauchos judíos" que escribiera Alberto Gerchunoff en 1910. El exilio marca también la historia de sus antepasados por
parte materna, provenientes de Francia y España, y la suya propia al radicarse
en Granada a los catorce años dejando atrás la geografía de sus recuerdos
familiares.
"Una vez Argentina" rebasa las fronteras de lo
familiar al relatar sus historias dentro del contexto nacional. La historia de cómo estos antepasados se van haciendo argentinos,
forjándose poco a poco una identidad común en base al idioma, la música, la
literatura, el fútbol y la política, destaca a su vez cómo esa identidad se
construye como si fuera una ficción. También, al destacar los eventos históricos que colorean las
memorias, se inscribe la participación del inmigrante en la historia nacional.
"La vida de mi bisabuelo Jacabo fue apagándose junto
con la de Perón, mientras el ministro López Rega alternaba las adivinaciones
astrológicas y la organización del crimen estatal", escribe.
El terror de la última dictadura militar, bajo la cual nace
el autor, se relata con el episodio de la desaparición de la tía Silvia y su
esposo Peter. El antisemitismo del régimen se revela en esos recuerdos, al
igual que en un sueño que relata el autor, y que lo revela víctima secundaria
de un terror incapaz de recordar por su corta edad.
A lo largo de la novela, el narrador se revela como un ser
complejo, argentino y español, judío y no judío, lleno de nostalgia y a la vez
desconfiado de ellas. No sorprendería si a esta reescritura de "Una vez
Argentina" le siguieran otras, pues según parece sugerir el autor, el
recuerdo está siempre en vías de construcción.
Lydia Gil /Agencia EFE
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