Monday, January 08, 2018

Entrevista a Margarita Saona




Entrevista a Margarita Saona por Xánath Caraza

Margarita Saona

Margarita Saona estudió lingüística y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y obtuvo el doctorado de literatura latinoamericana en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Enseña en el departamento de estudios hispánicos en la Universidad de Illinois en Chicago. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas, dos libros de crítica, Novelas familiares: Figuraciones de la nación en la novela latinoamericana contemporánea  (Rosario, 2004) y Memory Matters in Transitional Perú (Londres, 2014), (recientemente publicado en español con el título Los medios de la memoria: recordar la violencia en el Perú (Lima: 2017)) , dos libros de ficción breve, Comehoras (Lima, 2008) y Objeto perdido (Lima, 2012)  y un poemario, Corazón de hojalata/Tin Heart (Chicago, 2017)


¿Quién es Margarita Saona?

Soy profesora de literatura. Soy peruana. Soy karateka. Soy alguien que lee y que intenta entender lo que lee y que también escribe.

¿Quién o quiénes te acercan a la lectura?

Heredé el gusto por los libros. Mi padre, mi abuelo materno, mis hermanos mayores, todos leían y acumulaban libros. De niña me enfermaba con frecuencia y entonces pasaba mucho tiempo en casa leyendo y leía todo lo que me encontraba: desde novelas de Julio Verne hasta libros de medicina. Con el tiempo descubrí a los escritores peruanos y latinoamericanos que dominaron la escena literaria durante el siglo veinte. Creo que siempre tuve predilección por los cuentistas que echaban una nueva luz sobre la experiencia cotidiana: Julio Ramón Ribeyro entre los peruanos y los inescapables Borges y Cortázar entre los latinoamericanos.

¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?

Siempre quise escribir. Debe haber sido el fetiche por los libros. Recuerdo de muy pequeña dibujar pequeñas historias en hojas de papel que engrapaba para ponerlas en formato de libro. En la secundaria escribí unas novelitas de misterio que circulaba entre mis amigas. Pero realmente no publiqué nada hasta bastante mayor. En la universidad dejé de escribir por un tiempo y luego en la facultad de literatura participé en un taller de creación que formamos entre amigos. Allí escribí algunos poemas que luego leí en recitales. Recuerdo mi primer recital y mi desconcierto cuando al leer el último verso de un poema el estruendo de los aplausos me despertó como de un trance. Esa fue mi primera experiencia de “publicar” en el sentido de hacer público algo que hasta entonces había sido muy privado: el impacto de que de pronto a otros les pudieran importar mis palabras. Entonces publiqué algún poema en una plaqueta de poetas mujeres y otra vez tuve un largo hiato en la creación literaria, porque me metí de lleno en los estudios graduados y en la crítica. Estuve muy concentrada en mi parte más analítica y por un tiempo toda mi energía creadora estuvo centrada en ese aspecto. Pero al mudarme a Chicago y empezar a trabajar como profesora e investigadora me di cuenta de que había ciertas voces persistentes en mi cabeza que buscaban formas de expresión que no cabían en las preocupaciones y el discurso analítico. Y así empezaron a surgir los cuentos que luego recogí en Comehoras y en Objeto perdido. Varios de esos cuentos fueron publicados en revistas electrónicas como The Barcelona Review y Cyberayllu y en revistas de Chicago, como Contratiempo. Otra vez me sorprendió que algunos lectores me contactaran hablándome de cómo les habían impactado mis cuentos o pidiéndome autorización para reproducirlos. Con los dos libros de cuentos y luego con mi más reciente poemario la experiencia ha sido similar: no escribo consistentemente y no escribo con un proyecto. Los textitos van saliendo y de pronto me doy cuenta de que hay una colección y que hay una unidad que la guía, que sin que yo lo haya planeado me ido saliendo un libro, que el libro me ha ido creciendo dentro sin que yo me percatara. A veces siento que mi escritura es como una planta descuidada que de pronto, para sorpresa de todos, da fruto. Pero una vez que lo he visto, que me he dado cuenta de que el libro existe como una unidad estética, he querido que salga a la luz, que circule, que tenga una presencia en el mundo como objeto, algo con peso, masa y volumen.

¿Tienes poemas favoritos de otros autores? ¿Pudieras compartir alguna estrofa y compartir un poco de tu reflexión/atracción hacia ésta?

Uy, qué difícil escoger. Tengo autores favoritos y poemas favoritos y versos que me resuenan como ecos con frecuencia... “Tyger, tyger burning bright in the forest of the night”, o “Este que vez engaño colorido...”.  Pero si debo escoger algo breve, como una estrofa, se me ocurre que este poemita de Luis Hernández Camarero tal vez comunique algo que está en muchos de los poemas que más me atraen: la dificultad de decir:

De algo me hablas
Pero el estruendo
Del sol te oculta

Algo me dices
Pero el brillo
De tu corazón
Me impide

Ese es todo el poema y creo que dice algo que también está en el tigre de William Blake y en el retrato de Sor Juana: hay una cierta intensidad que no conseguimos transmitir. El impulso estético es el que nos lleva a crear en un vano intento de atrapar esa intensidad. Es eso que nos desborda lo que nos conduce a la creación aunque esa creación esté limitada, impedida, incapaz de revelar eso que nos deslumbra.

¿Cómo es un día de creación literaria para ti?

Escribo de manera muy esporádica, cuando las palabras me han estado persiguiendo durante días. Escribo, supongo, un poco en mi cabeza, cuando una frase persistente se me impone. La frase me suena y resuena durante varios días en la mente y puede ser muchas veces una frase muy simple, pero insistente, por ejemplo, “Y si me muero...”.  Y la frase sigue resonando hasta que me siento a ponerla en un papel y cuando hago eso por lo general le siguen otras y entonces sale el texto de un tirón. Le hago ajustes, reviso un poco, pero por lo general es como si el texto se hubiera ya estado escribiendo mientras yo manejaba o lavaba los platos o preparaba mi clase sobre la literatura de Borges. Me encantaría pensar que escribo en mi escritorio, en condiciones siempre propicias, pero al final escribo donde puedo y como puedo: en la mesa de la cocina, en un marcador de libro que tenía al lado de la cama al despertarme o en el programa de alguna conferencia a la que asisto. Y a veces, sí, también escribo en mi escritorio.

¿Qué tanto hay de Perú en lo que escribes?

El Perú es parte de mí. Haber crecido en el Perú en un tiempo determinado me ha hecho quien soy. Mientras en mis trabajos académicos escribo sobre diversas manifestaciones culturales peruanas, el Perú no ha sido necesariamente un tema de mi literatura. Pero eso no quiere decir que no esté en mi escritura, como también están en mi escritura el haber sido estudiante en Nueva York y el haber hecho de Chicago mi ciudad.

¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?

Lean mucho, lean siempre. Hagan del lenguaje la herramienta más adecuada para lo que quieren expresar. Busquen un espacio que acoja sus textos y les permita circular entre lectores que sepan recibir lo que ustedes tienen que ofrecer.

¿Hay algo más que quisieras compartir?

Escribir es un medio y hay miles de maneras de hacerlo. Aunque suene a cliché, lo importante es mantenernos fieles a lo que nos lleva a escribir.









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