de José Ignacio Valenzuela
El libro infantil Mi abuela, la loca, de José
Ignacio Valenzuela, celebra la relación especial entre un tímido niño y una
abuela excéntrica, con la que comparte un amor singular por las palabras y el
reto de la expresión poética.
La madre de Vicente ha conseguido trabajo y por eso el niño
tiene que pasar las tardes en casa de su abuela. El problema es que la abuela Petunia es rarísima: siempre se
viste de negro, detesta el sol y puede soltarse a declamar un poema cuando uno
menos se lo espera. También tiene la costumbre de pintarse un lunar falso en la
cara que muestra su estado de ánimo dependiendo del lugar donde se lo ponga.
Vicente, por su parte, se describe a sí mismo como "el
rey de los nerds" (personas dedicadas completamente a su afición), mejor
acompañado de libros que de amigos, y ya tiene bastante con las burlas de sus
compañeros como para que Petunia, "tan distinta a todas las otras abuelas
del mundo", lo espere frente a la parada del autobús escolar.
Al principio la abuela no le hace mucho caso a Vicente,
hasta que una tarde, lo pone a prueba pidiéndole que describa el gran árbol del
jardín sin decir las palabras tronco y ramas.
"¿Se vale si digo que un árbol es un gigante de madera,
que extiende muy contento sus brazos con hojas hasta el cielo...?", le
responde Vicente.
La abuela se emociona con la respuesta de su nieto y así
comienza el juego de las metáforas para el cual Vicente muestra gran facilidad. Convertido desde entonces en su nieto favorito, la abuela
anuncia formalmente que Vicente "¡es poeta!".
La abuela siembra en su nieto la semilla de la escritura que
encuentra en el niño tierra fértil y le dará frutos abundantes durante el resto
de su vida.
Mi abuela, la loca ha tenido un destacado éxito
no sólo en Chile, país de origen del autor, pero también en España y México,
donde va por la tercera edición.
"Creo que el éxito que el libro ha tenido de manera
transversal entre lectores infantiles, juveniles y adultos radica en el hecho
que es un libro que habla de sensibilidad, que es algo de lo que todos estamos
carentes", dijo Valenzuela a Efe. "Nadie le enseña a uno a ser
sensible, a mirar el mundo con los ojos cerrados".
Otro detalle que puede haber contribuido a su recepción es
que, según Valenzuela, la historia aborda el tema de la muerte de manera
"honesta y sin dramatismos". También cabe añadir que tanto las ilustraciones como la
tipografía complementan la historia a la perfección.
El destacado ilustrador mexicano Patricio Betteo captura la
esencia de los personajes en pocos trazos hábiles que se intercalan en el
relato. La tipografía es juvenil y alegre, destacando en negritas
algunas frases como si escucháramos una entonación especial en la narración. En ocasiones las páginas se vuelven negras y las letras
blancas, como cuando Vicente está describiéndole a la abuela lo que ve con los
ojos cerrados.
Aunque la historia es ficticia, Valenzuela señala que fue
inspirada por su abuela, la poeta chilena Violeta Camerati. Fue ella quien despertó en el autor el deseo de trabajar la
palabra con esmero y eventualmente dedicarse de lleno al quehacer literario. De ella aprendió también lecciones de vida, como las que
Valenzuela comunica sutilmente en el libro.
"De alguna manera, la abuela del libro le enseña a su
nieto a mirarse primero él antes de buscar darle en el gusto a los demás",
añadió. "Y eso es algo que todo quisiéramos oír, creo yo, en diferentes
momentos de nuestras vidas".
(Por Lydia Gil para Agencia EFE)
Gracias por decirme de este libro. Se suena muy bonito y lo voy a buscar y comprar. Soy una maestra de niños en el nivel 1 y me encanta leerles sobre poesía.
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