Entrevista a Elizabeth Villalobos por Xánath Caraza
Elizabeth Villalobos es doctora en literatura latinoamericana, egresada de
la Universidad de Kansas con especialización en la producción cultural
contemporánea de México y sus fronteras. Es profesora-investigadora de literatura
y cultura latinoamericana en la Universidad de Nevada, Reno. Actualmente es
becaria del sistema American Association of University Women durante el año
académico 2020-2021 en el que centrará su investigación en el análisis
interdisciplinario de las representaciones culturales de violencia en
narrativas de las regiones fronterizas del norte y sur de México. Ha realizado
investigaciones sobre estudios fronterizos y derechos humanos en México,
Argentina y Alemania, y sus trabajos se encuentran en diversas publicaciones
académicas nacionales e internacionales. Fue asistente editorial de Latin American Theatre Review y Latin American Theatre Books, y ha
colaborado con diversas instituciones académicas en proyectos de formato
digital para la difusión de derechos humanos. Ha impartido clases de español en
la Universidad Estatal de San Diego, Universidad de Kansas, Universidad de
Arkansas, y en el Colegio Mayor San Jordi de la Universidad de Barcelona,
España.
1. ¿Quién es Elizabeth Villalobos?
Mujer fronteriza:
Mamá/Profesora/Esposa/Académica/Hermana/Bailaora/Cajonera/Tanguera/Estudiante
de mis estudiantes, porque siempre aprendo mucho de ellos.
2. ¿Quién te acerca a la lectura?
Mi
acercamiento a la lectura siempre ha sido en relación a alguna temática en
particular. Surge un tema que me interesa y busco textos de distintos autores y
de todos los géneros literarios que hablen eso. Me gusta conectar la lectura
literaria con otros lenguajes artísticos de cine, danza, performance, pintura,
fotografía, música, etc. Me parece que esto es algo común en muchas personas hoy
en día, sobre todo ahora que con internet puedes encontrar tantísima
información en cuestión de segundos, quizás esto sea uno de los síntomas
positivos de los tiempos (post)modernos. De niña no recuerdo que nadie me
leyera libros, lo que sí recuerdo es que mi mamá una vez me dijo que cuando
aprendiera a leer un mundo nuevo se aparecería frente a mis ojos, y así yo sola
aprendí a leer antes de que me enseñaran en la escuela porque me urgía ver ese
mundo nuevo del que hablaba mi mamá. Generalmente leía en la biblioteca de la
escuela o en bibliotecas públicas a las que pudiera ir caminando, que eran muy
pocas. No había internet y la televisión me parecía aburridísima, hasta la
fecha no tengo televisión. Me ponía a leer lo que me encontrara para
entretenerme. Mi mamá trabajaba en el hospital como enfermera y yo me quedaba
sola en casa toda la semana de 12pm a 9 pm, y la mitad de ese tiempo me ponía a
leer. Sólo teníamos las enciclopedias de ciencias y conocimiento general que pasaban
personas a vender de casa en casa en nuestra colonia en esos años y los papás
de mis amigos también las compraron. Lo único que se distinguía entre las
enciclopedias que se encontraban en todas las casas era una colección de libros
de Marx y Engels en español que leí completos en casa cuando tenía ocho años.
3. Hace tiempo compartiste conmigo una experiencia que de alguna forma cambio
tu vida, de esa conversación que tuvimos, escribí un poema, “Media hora”,
incluido en Lágrima roja (2017). ¿Pudieras contar algo a los lectores de
La Blogla de esta experiencia?
Muchas gracias
por dedicarme este poema. Me conmovió que mi comentario sirviera de inspiración
para tu escritura. Mi experiencia trabajando como operadora de línea en una
maquiladora de Mexicali fue como una descarga eléctrica, breve pero intensa,
como un cuento de Cortázar. Sólo trabajé ahí alrededor de dos meses durante un
verano para poder completar la colegiatura de la preparatoria en donde
estudiaba. Ahí me quedó clarísimo que no quería pasar mi vida trabajando en un
lugar así. Mi horario de trabajo era de seis de la tarde a seis de la mañana con
dos descansos de quince minutos cada uno y treinta minutos para comer. Solamente
una hora en total de descanso para una jornada laboral de doce horas. Recuerdo
que en ese mismo horario trabajaba una mujer como de veintitantos que estaba
embarazada y apenas alcanzaba a tomar las piezas electrónicas que tenía que
sortear porque la panza le impedía acercarse más a la banda. Yo no sé cómo
podía aguantar tantas horas de pie, de noche y con tan pocos descansos para ir
al baño estando en ese estado. Me sentí muy mal por ella. Todavía no me queda
claro si eso era algo de esa maquiladora en particular o si todas las
maquiladoras de Mexicali en esos tiempos permitían a las mujeres trabajar
embarazadas ni con un embarazo tan avanzado como el de esa joven. Cada vez que
escucho la forma en que controlan el cuerpo de las mujeres en las maquiladoras
de Ciudad Juárez obligándolas a tomar anticonceptivos o despidiéndolas si se
embarazan, me viene a la mente esta mujer. Yo también era muy joven y trabajar
en la maquiladora me ayudó a cubrir el costo de la escuela así que no pensé que
fuera un trabajo tan terrible. Lo que en realidad me pareció terrible fue ver
que tener un empleo como operadora de línea en una maquiladora fuera la mejor o
única opción de vida de tantas mujeres que se movían como máquinas, parecían zombis.
Estoy hablando específicamente de lo tedioso y deshumanizador que puede ser el
trabajo como operadora de línea en una maquiladora. Es un trabajo que demanda demasiado
físicamente, cuando sales lo que quieres es descansar, dormir y casi no queda espacio
para la lectura, el estudio, la creatividad en general. Hay una reducción de
las personas a sus necesidades más inmediatas sólo para cubrir que siga
funcionando el cuerpo, dormir y comer es lo más importante y todo lo demás
queda en segundo o tercer plano. Al final de ese verano renuncié y una
compañera me dijo que no que no entendía por qué yo quería renunciar justo
cuando ofrecían ascenderme de posición en la maquiladora. Le expliqué que yo lo
hacía para poder tener tiempo de ir a la escuela y hacer mi tarea, pero eso
para ella no tenía ningún sentido. Yo no obtendría una remuneración inmediata
por ir a la escuela—al contrario, tendría que pagar para poder estudiar— y eso
obviamente se aparta de la lógica de muchos jóvenes que se ven obligados a
buscar trabajos que les den dinero de la forma rápida, aunque no sea necesariamente
la mejor ni la más fácil y por eso terminan en la maquiladora o en cosas peores
en lugar de continuar estudiando. México es hermoso, pero la vida no siempre es
fácil sobre todo para las personas que no son de clase alta. Hay mucha gente
pobre y la clase media me parece más un mito que una realidad sustentable en un
país en donde constantemente aumenta la inflación económica y se devalúa la
moneda nacional. Muchas personas viven pagando los intereses de los intereses
de los intereses de tarjetas de crédito, hipotecas y préstamos bancarios para aparentar
vivir como clase media o piden prestamos simplemente para poder mandar a sus
hijos a la universidad. Yo crecí toda mi vida en México, en la Ciudad de
México, Nayarit y viví muchos años en Mexicali. Soy Cachanilla de corazón,
aunque haya nacido en Estados Unidos. También agradezco haber nacido aquí
porque eso me permitió estudiar la licenciatura en este país y continuar mis
estudios de posgrado en maestría y doctorado. Me siento muy afortunada de haber
encontrado gente que siempre me ayudó a seguir estudiando como Lolie Martínez-Pro,
maestros y profesores que aún ahora me siguen apoyando y que se han convertido
en mis mentores como Stuart Day, José Manuel Valenzuela Arce, Juan Carlos
Ramírez Pimienta, Mario Martín Flores y Nora Strejilevich. Soy la única con un
doctorado en mi familia, así que sin el apoyo de Lolie y mis profesores nunca
hubiera podido terminar mis estudios y eso es algo de lo que siempre estaré
agradecida.
4. Sé que recientemente has recibido un reconocimiento y beca, muchas
felicidades por este logro profesional, ¿nos pudieras compartir algo de lo qué
se trata? Muchas gracias.
Realmente me
siento muy honrada y contenta de recibir este reconocimiento. Es una American
Fellowship otorgada por la Asociación Americana de Mujeres Universitarias
(American Association of University Women) que es uno de los programas de becas
más antiguos y prestigiosos del país exclusivamente para mujeres de grupos
minoritarios dedicadas a la academia. Desde 1888 este fondo ha apoyado
proyectos de investigación que promueven la educación y la equidad para mujeres
y niñas. Se trata de una beca en el año escolar 2020-2021 para apoyar 100% mi
trabajo de investigación académica y completar la escritura de mi libro de
estudios culturales sobre género y violencia a través del análisis
interdisciplinario de personajes asesinos en prosa, teatro y cine en el
contexto del neoliberalismo en las fronteras del norte y sur de México. Es un
proyecto que nació a raíz de un viaje que hice a Argentina en 2005 donde
entrevisté a sobrevivientes de los centros de detención clandestina durante el
periodo del terrorismo de Estado de la última dictadura del país. Mientras más
escuchaba los testimonios de sobrevivientes, más quería tratar de entender cómo
una persona es capaz de ejercer niveles exorbitantes de violencia y estar
dispuesto a torturar y asesinar a otros seres humanos. Uno de los entrevistados
me preguntó por qué estaba yo en Argentina haciéndome esta pregunta si México
tiene sus propios asesinos. Desde entonces empecé a enfocarme en temas de
violencia homicida y feminicidio en México y sus fronteras. A pesar de no vivir
físicamente en la frontera desde hace años, de alguna forma siempre he estado
vinculada a ella a través de mi trabajo de investigación y esto me ha permitido
revisitar lugares, como la maquiladora, que han marcado mi experiencia de vida
y que ahora puedo abordar desde el discurso académico.
5. ¿Hay algo más que quisieras compartir?
Muchísimas gracias
por todo tu apoyo y por pedirme esta entrevista. Gracias por tu interés en
escucharme en estos tiempos tan bizarros. Espero que ocurra algo positivo a
pesar de todas las calamidades que ha provocado y que seguramente continuará
provocando en el mundo el Covid-19. Me gustaría pensar que el virus acabará con
los sistemas de opresión desarrollados por el capitalismo y neoliberalismo en
México y en el mundo entero, pero sinceramente me parece poco probable. Varios
críticos hablan de la necesidad de crear comunidades que permitan el
empoderamiento ciudadano, pero los mandatos oficiales de casi todos los países
del mundo actualmente exigen el aislamiento para evitar la propagación del
virus. Me parece que la interacción vía internet es ahora más importante que
nunca y por eso pienso que es necesario que ésta se transforme y que
verdaderamente permita crear vínculos de solidaridad que rebasen la
superficialidad que ocurre en las redes sociales, o inclusive en Zoom, he visto
que muchas veces se incita más al antagonismo que al diálogo. Si las personas no
están escuchando o leyendo lo que quieren, muchos prefieren cerrar la
computadora, cambiar de página, etc., en lugar de hacer un esfuerzo real por
dialogar. Y esto es algo que sucede desde mucho antes del Covid y no es tampoco
algo exclusivo de la interacción por internet. No hay un interés ni una
intensión real por comprometerse a entender otras opiniones que no sean
similares a las nuestras. Cómo vamos a ponernos en los zapatos de otros, cómo
vamos a ser solidarios y cambiar lo que nos parece injusto si ni siquiera
estamos dispuestos a escuchar a los demás. Todos hablan, pero nadie escucha.
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