Lectura poética en Coatepec
Por Naty Blásquez
“Alguien dice algo que sólo puede escuchar a
través de sí mismo”
Fragmento de “Ejecuciones (III)”, José Carlos
Becerra
Hace poco más de dos años, acaso tres, nos
reunimos por primera vez para compartir nuestras letras. Se ha vuelto casi
tradición el reencuentro de poetas de todas las edades, de todas las
profesiones, pero siempre con las mismas ganas de transmitir sensaciones a
través de la palabra.
En
esta ocasión la cita fue en Coatepec, ciudad de las orquídeas, del café y de la
miel. Cada año vemos el crecimiento de cada uno de los integrantes del ya
conocido “grupito” de lectores: Pablo ya viajó a España y trae visiones
totalmente distintas a las que tenía el Pablo de hace dos años, Xánath ya
publicó un libro más, Malena sigue con su quehacer de maestra; se nos unió
Héctor, quien ya publicó un libro de cuentos:
Dimorfismo; Fátima entró fuerte con su poesía confesional y Eduardo nos
sorprendió, porque además de músico es excelente con las letras; José nos
acompañó en el camino de la lectura, se dejó llevar por lo rítmico de las
palabras unidas, hizo que los espectadores se dejaran llevar por lo rítmico de
nuestra poesía. Yo continúo buscando un camino que me lleve a la verdad, o al
menos me aproxime.
Y
ahí estuvimos, una vez más, queriendo gritar un poquito de la oscuridad o de la
luz de nuestro centro; queriendo sentirnos y queriendo hacer vibrar con
nuestros textos. Todo eso no hubiera sido posible sin el apoyo de Alejandra
Méndez Hernández Palacios, directora de la Casa de Cultura de Coatepec, quien
muy amablemente nos prestó uno de los salones de la casa antigua para llevar a
cabo nuestro ritual de poesía. Y es que la poesía es eso: es una comunión donde
participan quienes se dejan tocar las fibras más sensibles del ser, eso que no
se puede ver, eso que no se puede siquiera imaginar, pero que está.
Así,
pasando de un lugar a otro, nos perdimos en el universo individual de cada
artista. La poesía breve, pero que a fuerza de huracán hace temblar y hace
mover la cabeza asintiendo y hace cerrar los ojos y apretar con los dedos las
rodillas, es lo que provoca la poesía de Pablo: viajero incansable, poeta fiel
a la tradición. Y qué decir de la garganta entre cortada de la memoria, la
memoria que habita en Xánath, el poder de su canto y de su voz, de su presencia
y la presencia de la perfecta medida de sus versos combinados con la tradición
prehispánica, los versos combinados con el dolor del mexicano, con la
festividad del pueblo. El universo de Malena, el tierno mundo que plasma en
rítmicas líneas de recuerdos y de nombres, lugares y personas; o la
introspección, la claridad que se funda en lo oscuro de un sentir, en lo monótona
que es la vida, que se sabe monótona en el encierro, pero que es también alegre
como un danzón: Fátima mostró lo oscuro y lo iluminado de la vida.
Y
por si fuera poco, la unión de dos narradores que se sitúan en polos
contrarios, al menos así pensaría yo. Por un lado, la narrativa de Héctor,
seria, poderosa y breve que juega con nuestra mente, que nos hace cuestionarnos
y da pie a la reflexión, al reencuentro con nosotros mismos; por otro, la prosa
de Eduardo, confesional, desnuda, imprudente y arriesgada: el tipo de prosa que
hace querer decir que sí hemos sido las más de las veces “el hijo rebelde”. Por
mi parte, de parte de mi poesía, puedo decir que sigo en lucha constante por
romper círculos de fe, por reconstruirlos, por reconstruirme y por saberme nada
dentro de la bastedad de la existencia.
“Alguien
camina a tu lado” fue el título que Pablo eligió para este año, para este lugar
y esta fecha. Aunque sabemos que no estamos a la deriva, que de mordernos las
uñas será de ansia por conocer nuevas lecturas, nuevas sensaciones, será de
nervios por el reencuentro. Ya no somos un “alguien infinito” a quien no leer
nada, somos ya una familia, un grupo que crece y siente y hace sentir.
Caminamos juntos, todos a lado de todos y la poesía de testigo, y la narrativa
ahora también, y la literatura, en general, que desde hace tres años es nuestro
hogar.
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